lunes, 10 de mayo de 2010

Hydra


Tras llegar a la ciénaga cercana al lago Lerna, Heracles cubrió su boca y nariz con una tela para protegerse de su aliento venenoso y disparó flechas en llamas a su refugio (la fuente de Amimone) para obligarle a salir. Entonces se enfrentó a ella con una hoz (según aparece en algunas vasijas pintadas antiguas); Ruck y Staples han señalado que la reacción de esta criatura ctónica fue botánica: tras cortar cada una de sus cabezas Heracles descubrió que le crecían dos nuevas cabezas, una expresión de la desesperación de esta lucha para cualquiera salvo para este héroe.

Los detalles del enfrentamiento son explicados por Apolodoro: advirtiendo que no podría derrotar a la Hidra de esta forma, Heracles pidió ayuda a su sobrino Yolao. Éste tuvo la idea (posiblemente inspirada por Atenea) de usar una tela ardiendo para quemar el muñón del cuello tras cada decapitación. Heracles cortó todas las cabezas y Yolao quemó los cuellos abiertos, matando así a la Hidra. Heracles tomó entonces su única cabeza inmortal y la enterró bajo una gran roca en el camino sagrado entre Lerna y Eleia, mojando sus flechas en la sangre venenosa de la Hidra y completando así su segundo trabajo.

En una versión alternativa, Hera enviaba un cangrejo para que mordiese los pies de Heracles y le estorbase, esperando provocar así su muerte. Hera le puso en el Zodiaco para seguir al León.

Cuando Euristeo, el rey que asignaba los trabajos a Heracles, supo que había sido su sobrino quien le había dado la antorcha, declaró que no había completado el trabajo solo y por tanto no contaba para el total de diez labores que se le habían asignado. Este elemento mítico es un ambiguo intento de resolver el conflicto entre los antiguos diez trabajos y los doce más recientes.